DOI: https://doi.org/10.47133/respy26002301art04  

BIBLID: 0251-2483 (2023-1), 108-155

El libro biográfico de Giuseppe Tornetti sobre el mártir jesuita Antonio Ripari (1711). Análisis crítico y edición en castellano
The biographical book by Giuseppe Tornetti on the Jesuit martyr Antonio Ripari (1711). Critical analysis and edition in Spanish

Carlos A. Page1

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad. Cordoba, Argentina    

 

 

 

Correspondencia: capage1@hotmail.com  
Articulo enviado: 10/3/2023
Articulo aceptado: 28/6/2023
Conflictos de Interés: Ninguno que declarar.
Fuente de financiamiento: Sin fuente de financiación.

·        Editor responsable: Carlos Anibal Peris. Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, Centro de Estudios Antropológicos. Asunción, Paraguay.

·        Revisor 1: José Samudio. Academia Paraguaya de la Historia. Asunción, Paraguay.

·        Revisor 2: Darío Sarah. Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Asunción, Paraguay.

Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una Licencia Creative Commons - Atribución 4.0 Internacional (CC BY 4.0).
Citación Recomendada: Page, C.A. (2023). El libro biográfico de Giuseppe Tornetti sobre el mártir jesuita Antonio Ripari (1711). Análisis crítico y edición en castellano. Revista Estudios Paraguayos, Vol. 41 (1), 108-155. https://doi.org/10.47133/respy26002301art04   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Resumen: Si bien el libro de Tornetti fue citado por algunos autores, éstos pareciera que no lo consultaron porque hubieran mencionado valiosos datos allí consignados. Es nuestra intención dar a conocer esta obra que adjuntamos, traducida al castellano, publicada en Italia en 1711. Previamente analizamos los motivos y el contexto en que fue escrita por un longevo párroco de iglesia, conciudadano del biografiado, en tiempos difíciles para la Italia del siglo XVIII. De allí que analizamos brevemente el desarrollo del género biográfico dentro de los jesuitas del Paraguay, como a su vez una biobibliografía del Padre Antonio Ripari, para luego abordar los aspectos centrales, es decir el autor, la dedicatoria, el impresor y sobre todo el contenido del texto. Un protagonista jesuita que se convirtió en paradigma de un tiempo y ejemplo para jóvenes, entregando la vida por la profunda convicción de su fe cristiana[1].

Palabras clave: Giuseppe Tornetti; Antonio Ripari; Paraguay; jesuitas; Chaco; martirio.


Abstract: Although Tornetti's book was quoted by some authors, it seems that they did not consult it because they would have mentioned some of the information contained in it. It is our intention to make known this work that we enclose, translated into Spanish, published in Italy in 1711. Beforehand, we have analyzed the motives and the context in which it was written by a long-lived parish priest, a fellow citizen of the biographer, in difficult times for Italy in the 18th century. From there, we briefly analyze the development of the biographical genre among the Jesuits of Paraguay, as well as a bio-bibliography of Father Antonio Ripari, and then address the central aspects, that is the author, the dedication, the printer and above all the content of the text. A Jesuit protagonist who became a paradigm of a time and an example for young people, giving his life for the profound conviction of his Christian faith.

Keywords: Giuseppe Tornetti; Antonio Ripari; Paraguay; Jesuits; Chaco; martyrdom.

 

El género biográfico en la provincia jesuítica del Paraguay

La documentación que utilizan los historiadores para componer trabajos prosopográficos de jesuitas, casi siempre parten de una “carta de edificación” escrita por un allegado al difunto y enviada al provincial que resumidamente incorpora en el obituario de las Cartas Anuas. Hay ocasiones que el panegírico laudatorio es enviado directamente al general a los fines de iniciar alguna causa que lo eleve a los altares o bien se prepara para su publicación[2].

Nos interesa la obra de Tornetti que presentamos por varios motivos. Fundamentalmente porque no es común la publicación de biografías de jesuitas por parte de autores de la orden o ajenos a ella en los siglos XVII y XVIII, excepto a mediados de esta última centuria. Las pocas que se escribieron quedaron inéditas como las del Padre Diego de Boroa sobre el Padre Lorenzana (1632)[3], la biografía de los mártires del Caaró (1628: perdida), Alonso D´Aragona (1629), Cristóbal de Mendoza (1636), Juan Suárez (1637) Diego de Alfaro (1644) (Page, 2017b: pp. 207-229). Un Boroa prolífero para la época y que justamente envió al general Mucio Vitelleschi una propuesta para preparar un menologio con los jesuitas del Paraguay.

La mayoría de estos y otros trabajos no fueron redactados con la intención de ser publicadas sino en forma de cartas como también la de Francisco Lupercio Zurbano sobre Pedro Romero (1646) y otras tantas anónimas que se incorporaban a los mencionados menologios. No por ello los historiadores de la orden en el Paraguay dejaron de biografiar varios personajes dentro de sus obras, como Ruiz de Montoya, del Techo, Lozano e incluso los europeos Charlevoix y Muratori que escribieron sobre el Paraguay.

La primera biografía impresa es del Padre Francisco Crespo, que no estuvo en el Paraguay. Lo hizo sobre el martirio de los Padres Roque González, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo publicada por Andrés de Parra en Madrid en 1630 con 17 páginas. La misma fue traducida e impresa en Lille en ese mismo año, en Viena al año siguiente y en Nápoles en 1632. Esta última versión italiana parece ser la única que se conserva. Sobre el martirio de los tres jesuitas también publicó el Padre Juan Bautista Ferrufino en Sevilla en 1633 cuando fue procurador en Europa, reeditada varias veces, obra con 62 páginas recuadradas y sin numerar.

Para el siglo XVIII la primera es la del Padre Antonio Ripari (1711), de la que tratamos en particular. Luego vendrá la biografía del Padre Julián Lizardi, escrita por el Padre Pedro Lozano y publicada en Salamanca por Antonio Villagordo en 1741 de unas considerables 221 páginas[4].

Otro autor para destacar y poco conocido es el santafecino Juan de Montenegro (1696-1761), quien escribió la vida de su compatriota salteño Agustín Castañares (1687-1744), muerto mártir en el Chaco cuando se internó en busca de los mataguayos. La obra la imprimió Manuel Fernández en Madrid en 1746 con 88 páginas en forma de carta dirigida al Padre Ladislao Orosz el 15 de agosto de 1745. Fue reeditada íntegramente en la biografía que escribe Guillermo Furlong del autor (Furlong, 1964: pp. 51-101).

Por su parte el jesuita catalán Santiago (Jaime) Torres, compatriota del Padre Joaquín Saloni que fue misionero en la provincia del Nuevo Reino, publicó su vida en 1763 con el conocido impresor Joaquín Ibarra, aunque aclara que siguió el texto de Lozano de la Historia de la Compañía de Jesús de 1754 (Page, 2017c: pp. 762-770). Se reditó en Barcelona en 1893.

También para el siglo XVIII aparecen publicadas obras biográficas colectivas recién a partir de las Siete Estrellas del sardo Padre Antonio Machoni (1732) y las Decades virorum que publica en latín el Padre Ladislao Orosz (1759) que incluirá las varias biografías inéditas que escribió del Techo casi un siglo antes y las propias, sumando en total 89 personajes. A ello debemos agregar los dos libros del expulso Padre José Manuel Peramás escritos en latín, uno contiene las biografías de siete jesuitas publicada en 1791, traducida y reeditada por Furlong en 1946, y otro de 13 jesuitas de 1793, ambos textos impresos en Faenza, la ciudad italiana de su exilio.

Pero en Europa ya se encargaban de compilar biografías de jesuitas de todo el mundo los Padres Ribanedeyra, Alegambre, Nieremberg, Andrade, Cassani, Patrignani, como que también hacían lo mismo autores de otras provincias americanas y europeas con sus propios operarios.

Sin embargo, escritores no jesuitas publicaron biografías en ediciones individuales como lo hizo Francisco Jarque sobre Ruiz de Montoya (Zaragoza, 1662, reeditada en Madrid, 1900), y los italianos José Cataldini (Zaragoza, 1664) y Simón Mascetta (Pamplona, 1687), aunque esta última biografía fue parte de uno de sus tres grandes capítulos de una obra mayor. En este escaso sector de autores no jesuitas es que encontramos a Tornetti, publicando una biografía de su coterráneo.

Biobibliografía del mártir

La referencia biográfica más remota que conocemos es una copia de una relación anónima que se encuentra en el Archivo Romano de los Compañía de Jesús del año 1639[5], del mismo año en que muere Ripari, pero que hace referencia a los sucesos ocurridos específicamente con el martirio que sufrió junto con sus compañeros, el Padre Gaspar Osorio y el Hermano Sebastián Alarcón. Mencionamos en otra oportunidad (2007 y 2011) que este documento anónimo no fue citado por ningún historiador y que creemos que puede ser del Padre Diego de Boroa, en tiempos que fue provincial entre 1634 y 1640, aficionado a escribir este tipo de relatos, como vimos antes. Este documento cita dos panegíricos predicados por un desconocido franciscano y por el dominico Jerónimo Delgadillo. Ambos textos no los hemos hallado.

Por su parte el provincial Francisco Lupercio Zurbano (1640-1645) en la Carta Anua que firma en Córdoba el 13 de diciembre de 1643, transcribe fragmentos del documento antes mencionado, extendiéndose un poco más con la experiencia previa en el Chaco del Padre Osorio y agregando datos del Padre Ripari (Maeder, 1984, pp. 54-59) en lo que parece ser la mayor fuente con la que contó el historiador Nicolás del Techo.

Efectivamente, en la primera historia de la provincia del Paraguay impresa en 1673, del Techo (2005: pp. 631 a 634) incluirá un capítulo en el que se percibe que tuvo en sus manos la Anua mencionada y el documento que veremos publica Tornetti por los datos similares que aporta. Del Techo, como Zurbano, relata desde la entrada de estos jesuitas al Chaco, sus muertes, los hechos memorables de Osorio y la vida de Ripari. En tanto que en sus Decades va a biografiar tanto a Osorio con seis páginas y tan solo una a Ripari (Orosz y del Techo, 1759: pp. 289-294 y 295), donde repite con refinada oratoria latina lo publicado en su historia.

A partir de estos datos se inscriben la saga de historiadores posteriores, sobre la vida de Ripari que ya comentamos antes, basada en la Anua, la relación anónima y la publicación de del Techo (2005: pp. 120-123).

Cuatro años después de aparecido el libro de del Techo se imprimía en España la obra del jesuita Nieremberg (1647: p. 215), donde incluye en las ilustres semblanzas, la biografía del Padre Ripari, como la del Padre Osorio.

También en el siglo XVII, otros jesuitas europeos dedicaron en sus obras menciones especiales sobre el Padre Ripari, como la del bibliógrafo belga Alegambe (1657: pp. 534-538), su continuador Nadasi (1665: p. 179), Andrade (1666: pp. 725 y 732) y quien fuera rector de la universidad imperial de Praga el bohemio Tanner (1675: pp. 504-507), que incluye una ilustración (que adjuntamos porque nunca se volvió a publicar) [Fig. 1].

Figura 1. El martirio de los Padres Ososio y Ripari, ilustración del artista Karel Skreta (1610-1675) y el grabador Melchios Küsel (1626-1683)

Tanner, 1675: p. 505.

El mencionado Padre Jarque, quien transitaba el camino de Salta a Jujuy, se encontró con los indios palomos que llevaron las noticias de la mala nueva a la ciudad. El ilustre doctor, luego deán de la iglesia de Albarracín en España, recibió directamente de los testigos la información de las muertes y promovió en Jujuy la búsqueda de los cadáveres y mencionó los nombres de Osorio y Ripari al escribir la biografía de Ruiz de Montoya en 1662 (Jarque 1900: pp. 17-18). Pero también lo hacen historiadores jesuitas locales como Juan Patricio Fernández en 1726 quien, a pesar de que trata sobre la evangelización de los chiquitos, culmina su libro con una descripción del Chaco (Fernández, 1994: p. 215) y Dobrizhoffer en 1784 (1970: p. 414), entre los antiguos jesuitas del Paraguay.

Mientras desde Córdoba fue recordado por el Padre Pedro Lozano en 1733 (1941: pp. 174-178), cuando una nueva luz de esperanza se había encendido para la evangelización del Chaco. De acuerdo al relato creemos que el P. Lozano contó con la relación del Padre Zurbano. Así se deja entrever en su obra a la que se suma un mapa realizado por el Padre Antonio Machoni, con la ubicación del sitio donde acontecieron las muertes y que repite el Padre Cardiel en otro mapa de 1760.

En la segunda época de la Compañía de Jesús, la biografía de Ripari fue incluida en el tomo VI de la obra del erudito jesuita francés Charles Sommervogel (1834-1909) quien trabajó junto a los hermanos De Backer (Agustín y Aloys), mejorando notablemente sus trabajos. Su verdadera enciclopedia Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, constituye una labor extraordinaria. Fue publicada en 12 volúmenes en Bruselas-París-Toulose, entre 1911 y 1932. En Lovaina fue reeditada en 1960.

Por aquellos años de Sommervogel se publican en Italia dos trabajos que se fundan en la trágica muerte. El primero es un pequeño libro del Padre Primo Lanzi, impreso en Milán en 1911 con una reimpresión al año siguiente, que incorpora una fotografía de un retrato del mártir que también publicó Furlong en 1978 y luego monseñor Stelio Placchi, quien indica que es un moderno retrato al carbón de L. Maglia, que se encuentra en la sacristía de la iglesia parroquial de Casalmorano, poblado natal de Ripari, ubicado a 20 kilómetros de Cremona [Fig. 2]. Lanzi duda de la fecha de nacimiento, porque no encontró la partida de bautismo, pero menciona el nombre de su padre: Giovanni Antonio. Por lo demás describe coloquialmente en sus 77 páginas la vida en común que tenía un seminarista como la de un novicio de aquel tiempo. Sigue y cita a Tornetti y a Patrignani. Menciona algunas de las cartas que publica Tornetti que envió al rector del colegio de Arona, el Padre Dionisio Sívori el 9 de junio de 1635 y la otra al provincial de Milán del 10 de abril de 1637 que no cita Tornetti, concluyendo con una mención de del Techo.

Figura 2. Retrato al carbón que publicó Primo Lanzi, cuya autoría Placchi se la otorga a L. Maglia en 1911 y que manifiesta encontrarse en la sacristía de la iglesia parroquial de Casalmorano

Foto en blanco y negro de una persona

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Placchi, 1989: p. 125.

Un poco antes hacen referencia a Ripari Jacques Cretineau-Joly en 1845 (IV: p. 263), Thomas William Marshall en 1862 (p. 123) citando a Charlevoix y el francés Alexandre Pierre F. Lambel en 1881 (p. 119). Luego de Lanzi lo harán M. Volpe (1917: pp. 115-116) en una revista veneciana de la Compañía de Jesús y sobre todo el Padre Pablo Pastells (1912, I: pp. 541-544), quien trae varios documentos del Archivo de Indias que mencionan al Padre Riapari, e incluso publicó parcialmente el manuscrito del ARSI, que constituye una pieza de inestimable valor: Breve relacione del statu temporale, edi la terra della Provinia del Paraguay, e della viceprovincia del Chile. Ésta fue dirigida al provincial de Milán, Padre Marco Antonio Quinziano[6], el 10 de agosto de 1637 y luego de una nota introductoria comienza su relato con la descripción de la gobernación de Tucumán, siguiendo con la gobernación del Río de la Plata y luego la del Paraguay. Posteriormente se refiere al estado particular de las misiones y dice que acompaña el texto con un mapa del Paraguay que no se encuentra en el ARSI pero Furlong (1936: pp. 25-26) lo menciona en su libro sobre la cartografía jesuítica.

Avanzados en el siglo XX la vida de los mártires será recordada en publicaciones referidas a la región chaqueña, como fundamentalmente la obra de Tommasini (1933: p. 92). Pero también los historiadores jesuitas hicieron importantes aportes, como en el caso del alemán Carlos Leonhardt (1942: pp. 297- 312) que escribió un artículo en momentos en que un grupo de obispos con jurisdicción en el Chaco argentino quiso renovar el proceso de beatificación en 1942. Anteriormente los seminaristas de Cremona pusieron su nombre en el “círculo misionero”, en 1925, además que una calle lleva el nombre “Via Padre A. Ripari” en el todavía muy pequeño pueblo de Casalmorano. Además, en la localidad de Burzaco de la provincia de Buenos Aires, un colegio lleva su nombre.

También y entre los jesuitas, el erudito historiador Guillermo Furlong (1978: pp. 308 y 326) publicará dos retratos de Ripari, de los cuales uno es el de carbonilla mencionado arriba y el otro lo ubicamos en el Archivo Romano de la Compañía y lo publicamos (Page, 2007 y 2011), grabado firmado por R. Scotti. Pero fue el Padre Hugo Storni (1979: p. 42 y 1980: p. 249) quien precisará los momentos más importantes de su vida en dos destacados y fidedignos escritos.

Finalmente, el más sobresaliente historiador de la iglesia argentina, el salesiano Cayetano Bruno trae interesantes aportes en su monumental obra, sobre todo expresando que en las Congregaciones Provinciales de los jesuitas del Paraguay de 1657 y 1661 se decidió continuar con el proceso de beatificación y canonización de los mártires del Caaró e Yjuhí a los que se incluyeron entonces a los Padres Osorio y Ripari. Al pedido se sumaron autoridades eclesiásticas y civiles, incluso el virrey Conde de Lemos y el mismo rey, por Cédula Real del 23 de julio de 1672 enviada al embajador español en Roma. Recién en la Congregación Provincial de 1750 se insistió, pero solo por la causa de los tres primeros (Bruno, 1967, II: p. 252) que tuvieron favorable resolución con la beatificación de 1932 y la proclamación de santos por Juan Pablo II en 1988. El Padre Bruno trae además una serie de documentos que se elaboraron para la iniciación y continuación de la causa, distribuidos en el Archivo General de Indias y la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro (Bruno, 1968, III: pp. 286-287).

Recién monseñor Stelio Placchi (1920-2014) redescubre a Ripari en conmemoración de los 350 años de su muerte. Incluye bibliografía fundada básicamente en Tornetti aunque no menciona a su predecesor inmediato Lanzi, sumando las breves referencias que hacen los mencionados Nieremberg, Alegambe y otros. Sobre los jesuitas del Paraguay en general se basará en la obra de Muratori, Gothein, Furlong, Lugones, Pastells, Bruno y Armani, entre otros. Sí trabaja con varios documentos tanto del archivo romano de los jesuitas, como del Storico Diocesano de Cremona. El libro de 166 páginas tiene una portada con la reproducción de una pintura sobre el martirio fechada a mediados del siglo XVII y que se había restaurado para el tiempo de la publicación. Extraña pintura porque representa a un moro clavándole un cuchillo en el corazón de Ripari[7]. El libro fue bien acogido por los jesuitas y el Padre Storni reseñó la obra destacando la cuidadosa edición, los retratos que reproduce, la relación inédita del ARSI del 10 de agosto de 1637 y la renovada edición de las tres cartas publicadas por Tornetti (una en Lisboa el 9 junio 1635 y las otras dos desde Córdoba el 8 abril y el 6 agosto de 1637) aunque observa la falta de sus tres indipetae de los años 1629, 1630 y 1634[8]. Pero Placchi (1989: p. 86) cita un manuscrito, hasta entonces inédito, de Giuseppe Bresciani[9], que describe la suntuosa entrada en Cremona del obispo monseñor Francesco Visconti el 7 de junio de 1643, señalando que la gran plaza de Cremona que precedía a la catedral había sido decorada con grandes representaciones de santos y beatos venerados por los cremonenses. Una de estas imágenes estaba dedicada al Padre Don Antonio Ripari de Cremona. Debajo de la imagen brillaban en grandes letras las palabras: IN SANGUINE AGNI. Sin énfasis, pero con vivo recuerdo de fe, Cremona recordaba la reciente y heroica muerte de uno de sus hijos, ocurrida en el lejano Paraguay entre marzo y abril de apenas cuatro años antes.

Cremona, el autor, la dedicatoria y el impresor

De la región donde nació el mártir jesuita Ripari es el autor de la primera biografía impresa. Cremona se encuentra en la región lombarda y fue antiguamente parte del ducado de Milán dominado por el duque Francisco II Sforza quien contrajo matrimonio con la sobrina del emperador Carlos V, hija de su hermana Isabella y de Cristián II de Dinamarca. A la muerte de aquel en 1535, los territorios de los Sforza fueron incorporados a los dominios de España hasta 1706 cuando las tropas austríacas tomaron Milán en el contexto de la Guerra de Sucesión española. Es decir que en tiempos que Ripari nació y partió de Casalmorano, su tierra estaba bajo el dominio español. Por lo tanto, no tendría dificultades para el traslado a América frente a los rigurosos requisitos que imponía la corona española para ingresar a sus colonias.

El autor de la biografía de Ripari se desempeñaba como párroco de la desaparecida iglesia de San Nicolò y Michèle Nuovo. Era un antiguo templo consagrado como parroquia, levantada en el año 659 primeramente bajo la advocación de San Nicolò, con el consentimiento del obispo Eusebio. Fue restaurada en 1316 y ampliada por la familia Mainoldi en 1506. En tanto que el obispo Cesare Speciano le asignó en 1601 el cuidado de las almas de San Michèle. La torre comenzó a inclinarse en dirección contraria al edificio, amenazando con caerse y el arquitecto Giovanni Battista Paroni se ofreció a enderezarla sin demolerla y fue con éxito, al punto que se puso una placa con la fecha de la obra de 1763. Con la desamortización o reducción de la Iglesia italiana de 1788[10] el templo fue adquirido por el marqués Cesare Luigi Magio quien la cedió a personas piadosas para que instruyeran a sus hijos en la fe católica. Con los años y como oratorio público se demolió en 1801 (Merula, 1627: pp. 300-302. Corsi, 1819: pp. 105-107. Manini, 1820: pp. 123-124).

Tornetti estuvo encargado de la parroquia desde el 29 de junio 1668 hasta el 21 de agosto de 1725 (De Vecchi, 1907: p. 149). Uno de sus antecesores fue Pellegrino Merula[11], como se desprende de la introducción que hace Tornetti de la reimpresión de la obra de aquel que mencionaremos luego. No solo cumplía esa función pastoral, sino que dejó varias publicaciones, no muy extensas, impresas entre 1691 y 1716, la mayoría en Cremona y una en Brescia, justamente la referida a la vida de Ripari.

Así es que, en la Cremona literaria, de Francisco Arisi (1741: p. 178), publicada en latín, menciona las obras de Tornetti, señalando que era sacerdote, prefecto de la iglesia parroquial de san Nicolás de Cremona donde enseñaba gramática rudimentaria. Arisi confecciona una lista de sus publicaciones que transcribimos y agregamos otra que fue una reedición de Merula a cargo de Tornetti. En la Relación de Ripari añade que es un libro que el autor le regaló, señalando que Tornetti agrega tres cartas del mártir, como veremos luego. Expone que Tornetti murió en 1726, después de haber estado postrado en cama durante casi una década, a la edad de noventa años o más.  

Las obras que señala Arisi son[12]:

1-                   1691. Varia Divozioni de Gesu Sacramentato, e Addolorato, alla Santissima Vergine sua Madre. Cremona, por Laur. Ferrari en 16.

2-                   1711. Breve Relazione delle Virtú, Morte del P. Antonio Ripari della Comp. Di Gesu, ucciso dagl´ Idolatri nel Ciaco, in odio della Santa Fede, e cavata da quello su scritto in lingua Spagnuola nella Provincia del Paraguai, dove sparsi il sangue, e da altre memoria autentiche. Brixie, per Mariam Rizzardum en 12. (72 p.)

3-                   1716 y 1723. Breve Manifesto del gran frutto, che fi cava dalla divozione del glorioso S. Giusseppe & con altre Meditazioni per la Vita Purgativa, Illuminativa, ed Unitiva &c., Cremoni, typis Pietro Ricchini in 12[13]. (191 p.)

4-                   1716. Settenario di pratiche affettuose sopra la Passione di Nostro Signore da offerirsi in suffragio dell´ Anime del Purgatorio per ciascun giorno della Settimana. Cremona, per Pietro Ricchini. (72 p.)

A estos libros podemos añadir la reedición mencionada:

5-                   1713. Devota peregrinazione alle sette chiese di cremona, Col modo di visitare, del M. R. D. Pellegrino Mervla Ret. Di S. Nicoló Dedicata all´ E. Sig. Cardinale Campori. Cremona, Nella Stampa Vescouale del Ferrari 1713. (36 p.)[14] [Figs, 3]


 

Figuras 3. Portadas de dos de los libros de Tornetti y la reedición del de Merula

Texto

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Libros de Tornetti y la reedición del de Merula.

La obra de Tornetti está dedicada al obispo Carlo Ottaviano Guasco (1650-1717) [Fig. 4] quien fue el 69 obispo de Cremona. Nació en Bergoglio, un pequeño poblado que estuvo dentro de Alejandría, fundada en 1168, siendo aquel pueblo demolido en 1728 para sumar sus tierras, junto a los ocho asentamientos a la amurallada Alejandría (Calorio, 2000).

Figura 4. Retrato de Carlo Ottaviano Guasco (pintado en el periodo que fue obispo de Alejandría)

Reflejo en el espejo de una persona

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Catedral de Alejandría (catalogo generale dei beni culturale).

Guasco le tocó gobernar en medio de las guerras de sucesión, pero dentro de un periodo de renacimiento del espíritu postridentino, con la reforma espiritual y moral del clero. En Cremona como en otras partes la primera mitad del siglo XVIII se manifestó una profunda fortaleza del elemento religioso.

En 1698 había asumido como obispo de Cremona Alessandro Croce quien solo permaneció seis años debido a su muerte. Fue entonces que lo sucedió Guasco que venía de ser obispo de Alejandría (1695-1704). Designado en el mes de noviembre de 1704, en abril siguiente ya se encontraba en su nueva diócesis continuando el proyecto de su predecesor, reproduciendo textualmente la carta pastoral de monseñor Croce dada siete años antes.

A los pocos meses inició su visita pastoral, aunque recorriendo pocas parroquias, debido seguramente al estado de guerra. Sin embargo, va a ser en 1713 cuando llegaron a la ciudad los Oratorianos o miembros de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri. Sucesivamente firmó numerosos edictos, pero lo más significativo y que nos interesa en particular es que fue afectuoso con la Compañía de Jesús. Lo demostró cabalmente comprando en 1710 unos terrenos cercanos a la parroquia de San Bernardo, ubicados en los suburbios de la ciudad conocidos por entonces como “Zocco”. Dos años después comenzó a construir una villa para casa de ejercicios espirituales con el apoyo de varios canónicos y el marqués Nicolò Maggio. No solo eso, sino que en el testamento que firmó antes de su muerte, a los 67 años, dejó un importante capital para terminar las obras y garantizar el sustento de la casa que por su voluntad sería entregada a la Compañía de Jesús, donación que aceptó el general Miguel Ángel Tamburini en 1721, a partir de la cual los jesuitas se hicieron cargo de la administración de la llamada “Casa dello Zocco”. Al morir Guasco fue sucedido por el milanés Alessandro Litta que llegó por el mes de agosto de 1718 para gobernar la diócesis por más de treinta años (Chenna, 1786. Foglia, 1998).

El libro sobre Ripari fue publicado en Brescia en 1711. Brescia es una ciudad de la provincia homónima de la región de la Lombardía. Tiene un origen prerromano que se anexó a la república romana en el 41 aC. Se encuentra ubicada a poco más de 50 kilómetros de Cremona.

Escribe Vaglia (1984: p. 15) que, hacia comienzos del siglo XVII, los impresores brescianos se perfeccionaron, emulando a sus colegas venecianos y milaneses. Sobresaldrían los talleres de G. Battista Bossini y G. María Rizzardi, este último juzgado como "nostro benemerito tipógrafo". En aquel tiempo los Rizzardi de Brescia se dividían en dos linajes por sus ciudades de origen, los de Soprazocco y los de Asola. Nuestro impresor pertenece al segundo grupo familiar que trabajaron entre 1600 y 1774 en que se vendió la imprenta (Vaglia, 1984: p. 154). Giovanni Maria Rizzardi, hijo de un profesor de filosofía y medicina, murió en 1703 a los 53 años, dejando la imprenta, librería y papelería a su esposa Domenica Speciari y tres hijos casados que vivían con ella. En la imprenta había tipos de diversos tamaños para imprimir en el dialecto bresciano, latín, griego y hebreo, trabajos que merecieron el orgullo del benedictino cardenal veneciano Angelo Maria Querini (1680-1755) que confió muchas de sus obras.

El libro de Tornetti sobre el mártir Ripari

La publicación lleva por título en la portada “Breve relazione D´alcune Virtú, e Morte Del Molto Reverendo Padre Antonio Ripari Della Compag. Di Gesú”. Seguidamente va la dedicatoria a monseñor Carlos Ottaviano Guasco, obispo de Cremona, como el autor también dedicará luego el libro señalado arriba: Devota Peregrinazione. Finalmente, fechado en Brescia en 1711 por Gio. Maria Rizzardi

Algunas veces se ha citado el libro de Tornetti, pero no creemos que se haya consultado, porque quienes lo han hecho no han consignado el sustancioso contenido que posee. Por otra parte, solo recientemente hemos encontrado un ejemplar en la Biblioteca Estatal de Cremona y tenemos noticias de otro, ubicado en la Biblioteca “Peter-Hans Kolvenbach”, de los jesuitas de Roma.

Nosotros incluso hemos citado el libro cuando publicamos el relato que escribe Ripari de su dificultoso viaje desde Europa, donde incluimos los datos biográficos hasta entonces conocidos.

El libro de 72 páginas es una compilación que se divide en una introducción y dedicatoria, luego la relación propiamente dicha desde el nacimiento de Ripari hasta su muerte y una tercera que incluye tres cartas firmadas de “puño y letra” por el Padre Ripari y que le llegaron al autor.

La primera parte está firmada desde la parroquia de San Nicolás, por su párroco el Padre Giusepe Torneltti[15], lo que se desprende como autor, pues no aparece su nombre en la portada. La publicación, también según su portada, la dedicada, como dijimos, al obispo de Cremona Carlo Ottaviano Guasco del que Ripari fue su alumno en el seminario.

Sin duda estimula a Tornetti el origen cremonense de ambos, pero también y no es poco, el ejemplo que su vida y muerte que se constituye en un segmento vivencial importante para los seminaristas, por la circunstancia especial de su martirio y en las lejanas tierras de la provincia jesuítica del Paraguay. Menciona que en el seminario se encuentra el retrato del Padre Ripari [Fig. 5].

Figuras 5. Conocemos varios retratos, ubicados en diferentes sitios Incluso un vitral colocado en 1963 en la iglesia de Casalmorano. Estas dos fotografías nos enviaron las bibliotecarias del seminario, pero son pinturas que no las tenían ubicadas. No se conocen los autores. Los dos los publica Placchi, aunque el primero sin marco y el segundo recortado y en blanco y negro

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Biblioteca del Seminario Vescovile di Cremona.

Es una relación que escribe Tornetti confesando que “habiendo llegado a mis manos para mi singular consuelo”. Ahora bien, ese documento no solo no lo hemos localizado, sino que tampoco sabemos quién es el autor. Tornetti solo agrega que la relación fue escrita en castellano y en Paraguay. Efectivamente, existe la relación de la muerte que citamos antes[16]. Pero no es la misma, porque la que conserva el archivo romano de los jesuitas trata específicamente sobre la circunstancia de la muerte[17]. Aquí Tornetti, según el texto que presenta, parece además, que el autor de la relación original debió haber recibido información de familiares de Antonio, brindando noticias de su niñez que la relación del archivo ni el obituario de Zurbano mencionan.

Posiblemente del Techo tuvo a su alcance esta “breve relación” porque consigna algunos de sus datos y Tornetti probablemente tuvo en sus manos el libro de del Techo publicado en Lieja en 1673.

Efectivamente, según el escrito, los padres de Antonio “testificaron” que era un niño muy religioso y aplicado en la escuela. En 1622 fue admitido en el seminario, cuando estaba a cargo del cardenal monseñor Pietro Campari[18]. Allí permaneció cuatro años, luego de los cuales continuó en Cremona los estudios de tres años de filosofía con el Padre Dionisio Sívori con quien mantendrá correspondencia. De él se transcribe una carta enviada al Padre Giovanni Rhó, dándole la noticia y resaltando sus virtudes, comparándolo con San Buenaventura del que se decía había nacido sin pecado original. Luego y con poco agrado de su familia fue recibido a la Compañía de Jesús en Milán[19], en las vísperas de la festividad de San Ignacio de 1627. El noviciado jesuítico se encontraba en Arona en un edificio cedido por san Carlos Borromeo y al terminar sus dos años fue destinado a enseñar gramática. El provincial del Paraguay Padre Zurbano, en su Anua que firma el 13 de diciembre de 1643, coincide con la relación, de que muchos de sus alumnos se hicieron religiosos y que el oficio de maestro lo ocupó por cuatro años (Maeder, 1984: p. 58).

Volviendo a la relación de Tornetti, aquí se agrega que el provincial de Milán una vez que hizo sus votos lo envió al recién abierto colegio de Brera, a cargo del Padre Valentino Mangioni. Fue a enseñar gramática por dos años entre los cuales surgió la peste de 1630 que, como sus compañeros, se hicieron cargo de cuidar a los enfermos y enterrar a los muertos. Fue entonces que debió suspender sus estudios de teología porque por la epidemia cerraron el colegio, viendo morir a muchos de sus compañeros y profesores. Terminada la calamidad fue enviado como profesor al colegio menor de Savona, a cargo del Padre Antonio Cardo, donde estuvo dos años y reinició sus estudios de teología, siendo designado sotoministro.[20]

Además de continuar sus estudios se dedicó a atender la salud de las prostitutas mayores y a enseñar los domingos la doctrina entre los niños pobres de las parroquias de los suburbios de Milán. Parece que allí le despertó la vocación de pedir ir a las Indias, en especial a la misión del Paraguay, y de no ser así, a Córcega que estaba siendo azotada por la malaria[21] donde nadie quería ir y ya tenía varios mártires.

Fue tiempo que el por entonces procurador del Paraguay, el italiano Juan Bautista Ferrufino pasó por Milán en busca de voluntarios y Antonio se sintió atraído por su mensaje y decidió seguirlo a las Indias.

Por otra parte, era devoto de San José y antes de partir dice la relación que tuvo un encuentro con el Padre Marcello Mastrilli[22]. Fue en Génova desde donde éste se embarcaría a Lisboa rumbo a las Indias Orientales. Seguramente le debe haber contado que un tío de él estaba de provincial en Perú[23], dejándole una reliquia de san Francisco Javier del que aquel era tan devoto después de un incidente que tuvo.

Antonio partió de Génova a Sevilla, donde terminó el tercer año de teología y también fue ordenado sacerdote. Hacia mediados de mayo de 1635 viajó a Lisboa, un mes después que se embarcara su amigo Mastrilli muerto en Nagasaki en 1637.

Su viaje fue extenuante, aunque mayor las esperas para embarcarse. Estaba listo en setiembre de 1635, pero al final no pudo hacerlo y debió esperar nueve meses que los utilizó para estudiar el español y también las lenguas indígenas. El 11 de febrero de 1636 zarpó de Lisboa a la isla Madeira y de allí a las Canarias y Cabo Verde.

El relato continúa con la llegada de una furiosa tormenta y lo que hizo Antonio con la reliquia que le dio Mastrilli para salvar la embarcación.

Al llegar a la desembocadura del Río de la Plata y ante las tormentas que había debieron regresar a Brasil, desembarcando en el puerto de San Vicente. De allí fue a Santos y luego a San Pablo, donde permaneció por seis meses siendo testigo de la dureza con que los portugueses trataban a los indios y regresó al puerto para retornar el viaje a su destino final.

Al llegar a Buenos Aires[24], partió a Córdoba donde terminó sus estudios de teología y fue destinado a la misión del Chaco como compañero del español Padre Gaspar Osorio Valderrávano (1595-1639) y el joven asunceno Sebastián Alarcón, que deseaba ingresar en la Compañía de Jesús.

Intentaron varias entradas al Chaco y de las primeras, Osorio irá desde Jujuy con el tucumano Ignacio de Medina que dejó la misión por una enfermedad que lo aquejaba. Fue entonces que se sumó Ripari y por orden del provincial Diego de Boroa emprendieron la misión. En la primera entrada hicieron contacto con los palomos y pintadillos, relatando que fueron bien recibidos y mandaron al aspirante Alarcón y dos chiriguanos, como guías del joven, a buscar provisiones a la ciudad de Salta. De regreso los indios traicionaron a Alarcón, lo mataron y se lo comieron, mientras que con la exhibición de la cabeza excitaban al resto de los indios a matar a los jesuitas. Un joven salió a ver qué sucedía y reparó en las intenciones de esos indios, corriendo hacia la choza de los Padres a contar que se estaba tramando la muerte de los jesuitas. A altas horas de la noche llegaron los verdugos, primero robaron algunas pertenencias. Pero pasará la noche y al amanecer los indios decidieron atacar mientras los jesuitas estaban concentrados en oración. Después de desnudarlos, los golpearon fuertemente, los desollaron y les cortaron la cabeza. La de Ripari se sacudió “como si estuviera viva”, en tanto que el tendido tronco de su cuerpo “se irguió y permaneció quieto y firme durante algún tiempo”, lo que sorprendió a los homicidas que inmediatamente huyeron. Otros indios que fueron testigos de los hechos trataron de preservar sus cuerpos cubriéndolos, para defenderlos de las fieras y fueron a la ciudad de Salta a contar lo sucedido y regresaron con españoles para levantar sus cuerpos. Fueron despedidos en la iglesia catedral por un franciscano y el dominico Jerónimo Delgadillo, mencionado anteriormente, mientras el obispo agustino Melchor Maldonado de Saavedra, presente en la misa exequial, promovió la beatificación enviando a Roma la investigación iniciada por el gobernador Francisco de Avendaño y Valdivia (Cabrera, 1931: p. 16).

Entre tanto, los asesinos sufrieron destinos finales miserables y dolorosos, habiéndoseles aparecido las imágenes de los Padres varias veces según lo atestiguaron. Finalmente, Tornetti menciona que el martirio fue citado por el provincial Zurbano en su Anua, como también por el Padre Diego de Boroa, además de Nieremberg y Alegambe.

Luego de este relato continúan las cartas. La primera, firmada en Lisboa el 9 de junio de 1635, está dirigida al por entonces rector del colegio de Arona Padre Dionisio Sívori, que parece no fue la primera que le escribe, como se deja traslucir en la misma. Le cuenta que aún estaba en Europa, agregando que en el mes de mayo fue llamado por el entonces procurador Ferrufino, para reunirlos en Lisboa, donde se embarcarían en una flota de 25 navíos con destino a Brasil, pero antes que arribaran, llegaron noticias de que Pernambuco había sido tomada por los holandeses y que se iban expandiendo por Brasil, en tanto los portugueses se rendían y los viajes quedaban suspendidos. Les quedó la expectativa de que una flota inglesa los llevara a Buenos Aires porque si no era así tendrían que hacer el largo camino del Perú, encomendándose al final al compañero Padre Carlo Arconato[25].

La segunda carta también está dirigida al Padre Sívori, está fechada en Córdoba el 8 de abril de 1637 y la envía a través del procurador del Paraguay que iba a Roma[26]. Allí confirma que le ha escrito desde España, Portugal y Brasil donde estuvo seis meses. Llegado a Córdoba le cuenta que continuamente se descubren nuevas naciones indígenas, mencionando los cuatro mártires que ya llevaba la provincia[27] que contaba con 45 sacerdotes en las misiones. Solo menciona a Cristóbal de Mendoza (1589-1635) el último que cayó, citado en las anuas[28].

Dice que no se extiende en el texto porque ya envió un informe al Padre Quinziano de Milán sobre el estado temporal y espiritual de la provincia, al que agregó un mapa[29] porque estudió la cartografía en Lisboa donde estuvo nueve meses, sumado a la experiencia de viaje y a observaciones que le envió el maestro de matemáticas de Milán, con lo cual hizo un nuevo mapa de Sudamérica, porque había recibido noticias de Chile, Perú, el Nuevo Reino y Brasil. Aquí le anuncia que el provincial le dijo que a la vuelta del procurador lo enviaría a las misiones del Chaco, ya que le quedaba poco por terminar los estudios de teología, lo cual demuestra una profunda alegría, recurriendo siempre a entregar su vida, a pesar de ser indigno en ello. Le pide si le puede enviar algunas cosas para los indios como “agujas, perforadores, anzuelos, cuchillos y tijeras”, para llevarlos en su misión.

La tercera carta la escribe al mencionado Padre Marco Antonio Quinziano el 6 de agosto de 1637, contándole que desde que salió de Milán para las Indias le prometió mandarle un informe de la provincia, que seguramente el provincial de Milán la leería en el refectorio. Insiste que adjunta un mapa de la provincia y que su viaje duró dos años y medio. Ya le había escrito desde Brasil y agrega que llegó al puerto de Buenos Aires el 20 de diciembre de 1636. Fue sorpresa porque dice que ya todos creían que eran prisioneros de los holandeses, los moros o hundidos en algún lado. Describe las virtudes de la tierra y sus gentes, la inigualable caridad de los religiosos y las penas por las que pasan en la vestimenta, cobijo y alimentos. Pero sobre todos los peligros, con lo que da el ejemplo del Padre Francisco Broglia (1599-1647)[30]. Acentúa su visión de la provincia trayendo las palabras del general que había expresado que esta era la “provincia de la santidad” y era la que elegiría para venir a las Indias. También le cuenta que estaba al final de sus estudios y que próximamente iría a la misión, repitiendo lo que había escrito en la carta anterior, como el caso del Padre Mendoza. También menciona al napolitano Padre Ignacio di Martino (1598-1648) que estuvo poco tiempo en el Paraguay, ya que llegó a Buenos Aires en 1628 y en la Anua del Padre Boroa, que firma en 1635, ya menciona que fue enviado al Perú, junto al Padre Pedro Álvarez (Storni, 1980: p. 80 y Maeder, 1990: pp. 209-210). Seguidamente destaca la figura del Padre Ruiz de Montoya que ya para la época era toda una celebridad, siendo entre 1636 y 1637 superior de guaraníes y que en aquel tiempo había ido a Europa. Finalmente, también le pide cosas que le envíe a través del procurador con destino a los indios de su misión.

El libro concluye con una “protesta y advertencia al lector” donde solo advierte que el texto es meramente histórico conforme a un decreto pontificio dado en la Congregación del Santo Oficio de 1625 y conformado en 1634.

Figura 7. Portada del libro biográfico del P. Antonio Ripari escrito por Giuseppe Tornetti y publicado en Brescia en 1711.

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Biblioteca Estatal de Cremona

[3] Ilustrísimo y reverendísimo Señor mío. Señor Prone Colendisimo

Habiendo llegado a mis manos, para mi singular consuelo, una breve relación de la vida y muerte del reverendísimo Padre Antonio Ripari de la Compañía de Jesús, nuestro cremonense muerto en el siglo pasado por los bárbaros indios en la provincia del Paraguay, con algunas de sus cartas originales escritas de su puño y letra, he estimado que [4] sería una buena cosa, aunque sea demasiado tarde, mencionarlo a los que no saben que tienen un conciudadano tan admirable, y hacer que se presenten bajo los auspicios de Vuestra Señoría Ilustrísima y Reverendísima, nuestro líder y pastor, estoy seguro de que le complacerá singularmente, porque mira con ojo benigno y particular atención a sus ovejas y particularmente al seminario, del [5] que fue su alumno el dicho Padre Ripari, y donde pasó algunos años, dando ejemplos sobresalientes de virtud, por los que mereció ser religioso de la Compañía de Jesús y derramar su sangre como testigo de la Santa Fe. En segundo lugar, para que nuestros clérigos seminaristas, teniendo ante sus ojos un ejemplar de tanta bondad, se esfuercen por imitarle y seguir el ejemplo de tan cualificado héroe de la perfección cristiana. Hace ya muchos años que [6] su retrato se conserva en el seminario y su recuerdo perdura con gran cariño. Ahora todos nos animaremos a una imitación más exacta leyendo sus obras divulgadas. Saludos a Vuestra Señoría Ilustrísima y Reverendísima, mi agradecimiento y devota servidumbre, con la que os dedico estas pocas páginas, pero mucho más mis esclarecidas disculpas, con las que protesto.

De la Casa Parroquial de S. Nicolás de Vuestra Señoría Ilustrísima y Reverendísima. Humilde, devoto, servidor D. Giuseppe Tornelli (sic) Párroco [7]

Breve Relación de las Virtudes y Muerte del P. ANTONIO RIPARI de la Compañía de Jesús, asesinado por los idólatras de la Iglesia Católica en odio a la Santa Fe, extractada de la escrita en castellano en la provincia del Paraguay donde derramó su sangre, y otras memorias auténticas.

Este ilustre héroe nació en la ciudad de Cremona, en Lombardía, de padres honrados y virtuosos, que le educaron en el santo temor de Dios y en las virtudes cristianas, y recibió sus enseñanzas con tal aplicación, que ya de niño tenía una compostura y modestia poco comunes, [8] que componía a quienes le miraban y concebían a su tierna edad lo que estaba por venir. De hecho, en su infancia no siempre estuvo lejos de las costumbres ordinarias de su edad: se mantenía alejado de los juegos y demás diversiones santurronas, y el tiempo que le quedaba después de la escuela, según atestiguaban sus padres, lo empleaba en hacer piezas de altar en casa; estaba tan inclinado a la piedad que sus padres nunca necesitaron decirle que fuera a la doctrina cristiana o a la iglesia. Siguió estudiando los primeros rudimentos, en los que tuvo mucho éxito, [9] tanto por la capacidad de su intelecto como por la aplicación y diligencia que ponía en ello. Y ciertamente en las escuelas nunca hubo quejas de él, y los maestros siempre dieron excelentes informes de su devoto comportamiento y diligencia en el aprendizaje.

De la escuela de sacerdotes seculares fue admitido en el seminario en el año 1622, para mejorar sus virtudes en esa reunión de jóvenes virtuosos y para aprender las ciencias de verdad. Se quedó allí unos cuantos años, y siempre trabajó tan duro, que nunca notó ninguna debilidad, ni ningún otra [10] falta de aquellos, en que varias veces tropiezan los que viven en tales comunidades y que siempre duda todo lo que el dignísimo seminario que veneró y admiró, y aún ahora, después de tantos años, su memoria es objeto de bendición y especial veneración.

Por lo que se refiere al estudio de la filosofía, el Padre Dionisio Sívori, religioso de singular virtud y de alta estima en nuestra ciudad de Cremona, y por tanto de gloriosa memoria, habló al Padre Giovanni Rhó en estos precisos términos, que se ha juzgado bueno consignar con sus propias palabras. Yo, dice el Padre, [11] que le tuve tres años de escolar en el curso de filosofía, y como hijo espiritual le confesaba cada ocho días, nunca vi en él otra cosa que brillantes ejemplos de pureza y santidad. Era muy modesto en su trato, con todo eso tenía mucho ingenio y era vivaz en las disputas, nunca le noté decir una palabra que pudiera ofender a nadie. Era siempre devoto, siempre modestamente alegre, nunca se turbaba, en cualquier acción que le fuera fácil, de tal manera, que parecía tener perfecto dominio sobre sus pasiones. Hasta aquí lo dicho del Padre Sivori. Por esto [12] fue siempre respetado y amado por sus discípulos, quienes, en su presencia, no dudaban en molestarse ni de obra ni de palabra. Nunca hubo quien se quejara de ello, lo que causaba gran asombro a cuantos le conocían y trataban.

Habiendo estudiado todas las disciplinas filosóficas, tenía un gran deseo de entrar en la Compañía de Jesús, como se desprende de una larga carta, que envió a sus parientes con vivos y eficaces razonamientos, para que no se lo impidiesen. Y así, abandonando todas las esperanzas de que pudiera [13] tener en el mundo, fue aceptado en él, con gran satisfacción de sus superiores, que sabían que debía ser un sujeto cualificado. Se decía comúnmente que coincidía con San Buenaventura, que parecía no tener pecado en Adán, tan admirable era su agradabilidad.

Entró en el noviciado con los más altos sentimientos, y durante esos dos años fue un vivo ejemplo de modestia, obediencia y observancia religiosa. Al final de éste salió con gran continuidad como verdadero religioso aplicado a los institutos para enseñar gramática, [14] oficio que ejerció con gran satisfacción de todos, educando a sus alumnos con gran atención tanto en las humanidades como en la piedad, y muchos de ellos entraron en varias religiones, siempre más edificados que su excelente maestro en el Colegio de Milán, donde hizo dos años de escuela con todo el favor de los Padres y de los externos. Cuando el provincial le envió a Savona a hacer una escuela de quince alumnos, inferior incluso en grado a la que hizo en Milán, y allí fue sin la menor señal de queja, con toda resignación en la Santa Obediencia. [15]

Pasó cuatro años enseñando gramática y otras ciencias humanas, tras lo cual continuó sus estudios en el colegio de Brera en Milán. Allí, sus superiores le asignaron el cargo de sotoministro, asignaron a uno de los alumnos más respetados y virtuosos. El fervoroso hermano es feliz con todos y sin quejas de nadie. Atendía a su estudio como si no tuviera otra ocupación, pero no olvidaba atender cuanto podía a la salud de las prostitutas mayores.

Los jóvenes estudiantes de la Compañía de Brera, en esa gran ciudad de Milán, acostumbran a [16] salir los domingos y otras fiestas a enseñar la Doctrina Cristiana, distribuyéndose por orden de los superiores entre todas las parroquias, en que se reúnen los niños.

Este Siervo de Dios pedía siempre ir a las doctrinas más lejanas, que están en los suburbios de la ciudad, para sufrir más y disminuir la fatiga de los demás; y porque estaba más dispuesto a enseñar las cosas de la Santa Fe a aquella gente pobre y ruda. Muchas veces decía que deseaba terminar sus estudios para poder pedir a sus superiores ir a Córcega, donde pocos trataban de trabajar, por miedo de que fuera [17] una isla en medio del mar y de poco buen aire, mientras que varios Padres y maestros, incluso jóvenes, habían muerto allí, y su deseo era sacrificarse en ella a su Señor y Redentor, en caso de que no hubiera podido obtener de sus superiores ir a las Indias, donde anhelaba. No sabía hablar sino de las Indias y de morir por amor de Cristo, por lo que parece que Nuestro Señor le había concedido la gracia de poder llegar al martirio.

A este fin dirigió todas sus oraciones, que hacía a Nuestro Señor, y a otros santos, y en particular al Glorioso San José, su [18] glorioso abogado, fueron con la misma intención, y vino varias veces a decir a sus Padres espirituales que nunca había pedido por su intercesión una gracia particular, que no hubiese obtenido, como de hecho obtuvo de sus superiores para ir a las Indias. Él estaba lleno de felicidad por la provincia del Paraguay, donde Dios le tenía ya preparada la corona del martirio.

Antes de su partida, sin embargo, le pidió a Dios tener un encuentro y conversación con aquel gran Siervo de Dios, el Padre Marcelo Mastrilli, con quien siguió sedienta ternura de espíritu, [19] y parece que desde entonces habían acordado derramar sangre juntos por JESUCRISTO, uno en Oriente y el otro en Occidente: y juntos se jactaban de ser grandes devotos del Glorioso Apóstol de la India, San Francisco Javier. El Padre Antonio Ripari era tan veraz que nunca tomó de sí mismo una reliquia del santo; al contrario, se vio sorprendido en una terrible tempestad que vivió en el mar. Cuando los marineros del barco y los pasajeros vieron que estaban al final de sus vidas y en gran peligro de ahogarse, tomó esta reliquia y la ató a una cuerda, [20] la bajó al mar, para que tocara aquellas furiosas olas. ¡Cosa maravillosa! En cuanto tocó las olas, cesó la feroz tempestad, para asombro y estupor de todos. Por esta gracia recibida, el Padre Antonio hizo voto de ayunar en la víspera del Santo Apóstol, como todos los viernes, a pan y agua, haciendo especial conmemoración de la Pasión de Nuestro Salvador, de quien era muy aficionado, deseando corresponder de algún modo a su Divino Amor, con el que murió por los demás.

Después que llegó al Paraguay y terminó sus estudios de teología, [21] fue destinado por los superiores para la misión del Chaco, de la cual decía, que por esta razón Dios lo había levantado de Europa; porque siempre, cuando oía el nombre de Chaco, sentía en su interior sensibles dulzuras espirituales, así como se imaginaba sufrir tormentos y crueles castigos para reducir a Cristo las almas de aquellos infieles. En esto solía gastar la mayor parte de sus recreos y en muchos de ellos solía decir que con su confidente San José había arreglado ser escogido para tal misión apostólica, en la cual comenzó a trabajar con gran espíritu y fervor, [22] deseando convertir aquella gentilidad a Dios. Pero el Señor Dios se contentó con el afecto de que diese su vida por amor de él, y por la Santa Fe, que así siguió. Habiendo destinado al Padre Ripari como compañero al Padre Gaspar Osorio Valderrávano para ir a la misión de Chaco, que otras veces habían intentado, pero habían fracasado. Intentaron entrar, pero tuvieron que abrirse paso a hierro, cortando los bronces, espinas y arbustos que atestaban los pasadizos. En la primera entrada le salieron al encuentro los pueblos palomos y pintadillos, que [23] con pequeños donativos se entregaron a escuchar las cosas de la Fe. Ahora bien, mientras atendían a la cultura de éstos, fueron advertidos de que una gran partida de ellos se acercaba furiosamente, pasándolo todo a cuchillo, e instándoles a huir. En lugar de huir, los Padres se acercaron a ellos y trataron de ganárselos con diversos regalos procedentes de Europa. Los bárbaros los recibieron de buen grado y demostraron que habían oído el Evangelio. Con esta esperanza, los Padres enviaron a Sebastián Alarcón de vuelta a la ciudad de Salta para hacer una nueva provisión, acompañado por dos [24] chiriguanos, retornando el candidato Sebastián, fue traicionado por los dos compañeros que le amaban, y comieron su carne, devolviendo su cabeza a los jesuitas, animándolos a hacer lo mismo con los Padres, que querían quitar las costumbres y leyes de sus mayores y convertirlos a una nueva religión.

Cuando los Padres supieron la noticia de la fatal conspiración, esperaron la muerte con gran alegría y pasaron todo el día en continua oración, confesándose unos a otros y conservando sus almas puras y dispuestas a entregarlas a Dios. Llegada la noche, [25] se retiraron a sus dos chozas, y como estaban cansados, intentaron descansar un poco. En las horas más oscuras de la noche llegaron los bárbaros, e inmediatamente comenzaron a robar el cáliz, el planeta (sic) y las otras cosas de la misa para celebrar la Ira Divina, así como todas las demás cosas que habían traído para distribuirlas según las ocasiones que se presentaran. Mientras tanto, dejaron aquel espacio de tiempo para que los dos sacerdotes se preparasen para la muerte.

Cuando al amanecer del nuevo día llegaron los bárbaros, y encontrando a los Padres en oración, con sus [26] macanas fueron ferozmente golpeadas en la cabeza, los arrojaron al suelo, desollaron a los clérigos sacerdotes, los desnudaron, les abrieron los pechos y les cortaron las cabezas para llevárselas y utilizarlas en su júbilo vespertino. Dos incidentes notables siguieron a esta horrible carnicería. El primero fue que la cabeza del Padre Antonio Ripari, que había sido cortada del torso, se sacudió como si estuviera viva; el segundo fue que el tronco del cuerpo, que había estado tendido en el suelo, se irguió y permaneció quieto y firme durante algún tiempo, dejando a los bárbaros atónitos y estupefactos. [27]

El Señor Dios tomó la debida venganza por la muerte de sus siervos, porque en poco tiempo todos aquellos crueles asesinos terminaron sus vidas con un final miserable y doloroso. Aquellos bárbaros atestiguaron que habían visto varias veces a los dos Padres amantes de la gloria con sus vestiduras sacerdotales después de aquel cruel asesinato, que les habían reprochado su crueldad y que habían llamado a otros compañeros religiosos suyos, por quienes serían instruidos en los misterios de la Santa Fe.

Este glorioso martirio es mencionado por el Padre Francisco Lupercio Zurbano en las Cartas Anuas del Paraguay, [28] Don Diego de Boroa, Padre Eusebio Nieremberg, El Padre Felipe Alegambe en su Biblioteca lo coloca en el número de los Mártires de la Compañía.

Copia de Carta escrita al Reverendísimo Padre Dionisio Sívori Rector de la Compañía de Jesús de Arona.

Reverendísimo en Cristo Padre, Pax Christi.

Ya desde los remotos países del Paraguay tuve que saludar con esta carta a mi queridísimo Padre Dionisio y darle algunas noticias de aquellos copiosos [29] frutos que se están recogiendo en abundancia en la viña más fértil del Señor, pero la fortuna, o más bien la Divina Providencia, ha dispuesto que nos encontremos todavía en Europa, y no sin algún justo juicio. Creo que el Señor nos hace desear tanto nuestra misión en el Paraguay, tal vez porque quiere que pidamos sus favores con mayor deseo y fervor. Fuimos llamados hacia mediados de mayo por el Padre Ferrufino nuestro procurador de Sevilla a Lisboa para embarcarnos con veinticinco navíos, que navegaban a Brasll para el azúcar. [30] Antes de que la armada llegase a Lisboa, llegaron de Brasil noticias de que había allí unos cuarenta navíos grandes, armados por los holandeses, en defensa de Pernambuco, que se estaban apoderando cada vez más de Brasil, habiendo tomado también otro puerto, y se dice también que los mismos portugueses, que están allí, estaban a punto de entregarse a los holandeses, y ponerse bajo su protección con pactos, etc., por lo cual los dichos navíos ya no van a Brasil, por el momento. Si llegaren los veintidós galeones que se dijo hace tiempo que envió el rey de Inglaterra al rey de España para este fin, con su hija [31] para que la criase en la corte, y luego se la diese al príncipe de España, lo cual esperábamos que fuese así, estaría en camino. Pero como nada más se sabe de esto, es muy dudoso que no parta por lo menos hasta septiembre; y quiera Dios que por lo menos parta ahora, y que en vez de ir al Brasil, no vaya a otra parte, especialmente como están las cosas en Francia, etc. De hora en hora estamos los demás esperando nuestro buque, que hemos tomado en nuestro puesto, que será tan grande como un gran barco polaco, hecho a la manera holandesa, y que nos llevará hasta Buenos Aires, primer lugar del Paraguay [32] del Río de la Plata más de cien leguas. Pero quiera el Señor que si la armara no va, no nos veamos obligados a volver a Sevilla para ir al año siguiente con la flota por el camino del Perú y Chile, lo que Dios no quiera, porque el viaje sería muy largo y muy caro. Los barcos de la flota llegaron el mes pasado y se dice que traían trece millones, además de los tres o cuatro barcos que llegaron este invierno, separados de los demás por el gran temporal que tuvieron, y solo uno fue tomado por los holandeses, que llevaba cuatrocientos millones [33] de escudos. Verás, pues, cómo Etiopía, Mongol y el Tíbet han quedado patas arriba, cómo nuestro pueblo ha sido expulsado y cómo algunos han sido martirizados. Mientras tanto, mi querido Padre, no vacilaré en encomendarme a usted con mis cartas del Paraguay, y también otras veces antes de nuestra partida de Lisboa, que creo no será antes de septiembre, para que Su Santidad tenga tiempo de agraciarme con algunas noticias de estos países. Mientras tanto, mi querido Padre, no me molestaré en recomendarme con tantas palabras [34] a las oraciones y santos sacrificios, porque estoy más que seguro que lo hago de corazón, por amor y gratitud al amor y caridad que siempre me ha demostrado en el Señor, más allá de cualquier mérito mío, de lo cual le quedo infinitamente agradecido, ni me olvidaré jamás de quien tanto bien me ha hecho, y si no puedo cumplir mis obligaciones de otra manera, al menos procuro hacerlo con el mayor cariño, que puedo encomendar al Señor Santísimo Reverendísimo todos los días en la misa en particular, y ante todo por los que ruegan por mí, porque el sacrificio al menos ex operato, operá, siendo que ex operanti [35] vale muy poco mi ingratitud para con tantos divinos beneficios, y la poca devoción con que me acerco a tan gran misterio y por eso con todo afecto os ruego me encomendéis a Dios bendito, para que me dé gracia de ser su verdadero Siervo, verdadero hijo de esta santa Compañía de Jesús, y verdadero obrero de ella, especialmente en esta vocación para la conversión de los gentiles, donde es necesario tener una verdadera y sólida virtud, de la cual no conozco ni principio. Por esta razón, me encomiendo grandemente a su sacrificio, como lo hace el Padre Carlo [36] Arconato.

Por Su Reverencia

Lisboa 9 de Junio de 1635.

 

Muy Afectuoso Servidor, e Hijo en el Señor

Antonio Ripari. [37]

 

Otra Carta escrita al mismo Padre Dionsio Sivori de la Compañía de Jesús.

Muy Reverendo en Cristo Padre.

Pax Christi.

Sería muy ingrato si olvidara a quien ha sido causa, después de Dios, de tanto bien para mí. Mi queridísimo Padre en el Señor. ¿Cómo podría olvidar a Vuestra Reverencia, a quien guardo en mi memoria todos los días, especialmente en la Santa Misa, de acuerdo con la promesa que hice a Vuestra Reverencia? [38] Sin embargo, indignísimo siervo del Señor, le ruego desde el Cielo el verdadero bien espiritual. No me he olvidado de escribirle cuantas veces he tenido ocasión de hacerlo desde España, Portugal y Brasil, donde invernamos seis meses, ni puedo perder ahora esta buena ocasión de nuestro Padre procurador, que va camino de Roma para levantar muchos sujetos para esta vasta misión de la provincia del Paraguay, en la que continuamente se descubren nuevas naciones de los infieles que antes estaban dispersos en las montañas y bosques como bestias. [39]

Ahora, después de la gloriosa muerte de nuestros tres Padres mártires, y poco después de otro Padre, ellos mismos se están reduciendo juntos, construyendo casas para ellos, e iglesias para los Padres, para que puedan ir allí a enseñar y predicar el Santo Evangelio, porque aquí se verifica muy bien que Sanguis martyrum, semen christianorum[31], de manera que unos cuarenta y cinco Padres, que al presente están en las misiones, no pueden resistir a los que están solos en las tierras donde viven, fuera de tantas naciones, que descubren continuamente y piden el pan del Santo Evangelio, et non est qui [40] frangat, et porrigat, donde annunnt Sociis ut veniant[32]. El Padre provincial hace todos los esfuerzos posibles para enviar gente y obreros, estando solos por la necesidad en las misiones en medio de infinitos peligros de vida por ser gente bárbara y orgullosa antes de convertirse, aunque por la palabra de Dios los convierte milagrosamente de lobos rapaces en corderos. Pero no me extenderé en esto, porque todo lo podréis ver con detalle en un informe que envié a Milán al Padre Quinziano sobre el estado temporal y espiritual de esta nuestra provincia con un [41] mapa, en el cual he puesto todo lo que se puede desear saber de él, que creo gustará a Vuestra Reverencia, y lo considero muy bueno, habiendo hecho estudios en esta materia mientras estuve en Lisboa nueve meses, y con la experiencia de la navegación y viajes por tierra, he aprendido muchas cosas que sin ella parecen imposibles, como saber cada día la distancia de Levante a Ponente; cosa que se tiene por tan difícil a causa del imán, invento del Padre Borro, sobre lo cual he escrito algunas cosas al maestro de matemáticas de Milán para que me haga algunas [42] observaciones por hacer, y con otra, la oportunidad de enviar otro mapa perfecto de toda esta Sudamérica nuestra, pues he tenido noticias e informes particulares de varias naciones, para lo cual he escrito a Chile, Perú, el Nuevo Reino y Brasil, para que observen con diligencia ciertos eclipses de Luna, y otras experiencias. Pero volvamos a nuestro propósito, y que esto quede entre paréntesis. Mi queridísimo Padre en el Señor, aunque sé que Vuestra Reverencia reza por mí todos los días, ahora tengo mayor necesidad, pues se acerca el momento de ir a servir al Señor [43] en su viña para la conversión de los infieles y gentiles (habiéndome dicho el Padre provincial que a la vuelta del Padre procurador ya estaré en las misiones, pues me queda poco tiempo para acabar la teología) y lo espero con mayor deseo, tanto más veré cumplidos mis deseos en el servicio de Dios, y tanto más tendré ocasión de sufrir todas las penalidades en vivir, vestir y dormir por amor del Señor, a quien pido cada día esta gracia de morir por su causa en una Cruz de trabajos, fatigas y sufrimientos, en la que sólo yo conozco [44] cada día más, que consiste en la verdadera santidad, siguiendo en esto las huellas de nuestro Capitán Señor Jesucristo, que al fin expiró en ellas con el derramamiento de su preciosa Sangre, que complació a su Divino Maestro concederme tal gracia como la de derramar la mía por su causa, de la cual soy muy indigno por mis pecados, aunque no estoy del todo sin esperanza, puesto que hay entre estos incrédulos muchos ministros del diablo, que los mantienen engañados con las fábulas, y enemigos de los Padres, porque descubren [45] sus iniquidades y suciedades carnales, y engañan a otros, por lo cual los Padres están en continuo peligro de muerte a manos de ellos, aunque el Señor, para mayor bien de los pobres indios, los libra milagrosamente muchas veces, como se verá en el informe. Mientras tanto, como ya que se acerca este tiempo deseable, no faltan ocupaciones fuera del estudio, de españoles confesos, indios, ya cristianos antiguos y negros angoleños, de que está llena esta tierra y América, que sirven a los españoles, todos necesitados de ayuda espiritual. Por el gran número de personas que hay [46] en muchas partes de estas Indias, y luego darnos más a la oración para prepararnos a tan alta y apostólica empresa de predicar el Santo Evangelio a la bondad, no sólo con palabras, sino mucho más con buenas obras y ejemplos de vida inocentísima, y con el buen olor de todas las virtudes apostólicas, que son tanto más necesarias, cuanto son muy grandes las ocasiones de pecado. En lo cual no tengo tiempo, solo para el fin ruego a Vuestra Reverencia si pudiera enviarme algunas cositas para estos indios nuestros, como agujas, perforadores, anzuelos, cuchillos y tijeras de poco costo, [47] también, los granos de vidrio ensartadas para poner en el cuello o en las manos, algunos de los cuales coinciden con la imagen de la Concepción, y otros del Sacramento, y otras cositas similares, me serán gratísimo. Mientras tanto Vuestra Reverencia no dejéis de recomendarme al Señor, pues se acerca mi tiempo para ir a trabajar en la viña del Señor, y espero tener una misión, a la que ahora se trata de entrar, llena de incrédulos, llamada el Chaco; agradar al Señor concédeme la gracia, porque en ella tendré lo que deseo, es decir, oportunidad de sufrir mucho por amor a mi [48] Señor, cosa ordinaria en las nuevas misiones. Las Cartas Anuas particulares están llenas de cosas gloriosas, principalmente del glorioso martirio de Cristóbal de Mendoza, cuarto mártir de esta Provincia, y de trescientos niños indios que murieron y fueron devorados por otros in odium Fidei, como oirán del Padre procurador, que estuvo presente y de otras persecuciones; con lo cual, en conclusión, me encomiendo a las Oraciones y Santos Deseos de Vuestra Justicia.

Desde Córdoba del Tucumán

8 de Abril de 1637.

De Vuestra Reverencia

Afectuoso Siervo en el Señor Antonio Ripari [49]

Al muy Reverendo en Cristo Padre Marco Antonio Quinziano de la Compañía de Jesús.

Muy Reverendo en Cristo Padre

Pax Christi.

Cuando salí de Milán para las Indias, prometí a Vuestra Reverencia enviar una relación sobre el conjunto de nuestra Provincia, tanto temporal como espiritual. Lo envío de la mejor manera que he podido componerlo de los informes que he recibido, y de lo que [50] he visto, aunque encontrará muchos errores en las palabras debido a la confusión de otras lenguas por lo que he perdido en gran parte la presteza de la italiana por lo que me ha costado no poco esfuerzo, tomado sin embargo voluntariamente por amor de mis queridísimos Padres y Hermanos de la Provincia de Milán, que creo gozarán oyéndolo y leyéndolo; envío también con ella un mapa de esta nuestra vastísima provincia, que guardo como muy bueno, y muy perfecto por haber hecho un estudio especial en esta materia, y haber tenido informes, una descripción de la tierra muy buena y en la [51] cual Vuestra Reverencia veréis la inmensidad del país de esta provincia. Para visitar el cual recorre nuestro Padre provincial más de tres mil millas, y la infinidad de indios y gentiles de diferentes naciones, que continuamente se van descubriendo poco a poco para gran gloria y aumento del Santo Evangelio, por donde todos los años vuelan al Cielo innumerables almas de estos nuevos cristianos, que pocos años antes, engañados por los demonios y sumergidos en las inmundicias de la gentilidad, pasaban miserablemente en el Infierno, lo cual no es poco [52] consuelo para los demás. No digo nada de nuestro viaje que, por varios accidentes y dificultades planteadas por el demonio, enemigo de las misiones, duró dos años y medio, porque desde Brasil di información completa sobre esto en una mía a Vuestra Reverencia y en el presente informe toco algo de esto. Nuestra llegada a Buenos Aires, puerto del Río de la Plata, fue a fines de 1636, el 20 de diciembre, para gran alegría de toda nuestra gente, que ya estaban convencidos de que estábamos en manos de los holandeses, los moros, o en las profundidades del mar, pero con mayor contento, y nuestro consuelo [53] después de tantos peligros de tierra y mar, de memorias, de tempestades, de viajes, y sufrimientos no pocos llegaron a una tierra tan anhelada y pedida al Señor con muchos votos, oraciones y penitencias. Y ciertamente fue necesario, por tales medios, pasar a una tierra tan rica, no en oro y plata, sino en las infinitas perlas de las almas de los infieles, una sola de las cuales, reducida a Dios, vale más que el mundo entero, y a una provincia tan apostólica y santa (que así llamo por usar la palabra de nuestro Padre General) para florecer en ella todas las verdaderas y sólidas virtudes de la [54] de los obreros evangélicos, principalmente una caridad tan grande entre ellos, especialmente con los de diferente nación, que confieso a Vuestra Reverencia en verdad (Deus fcit, quia non mentior[33]) que no he visto tal caridad en Italia, ni en tantas provincias como he pasado de España y Portugal, en que ha sido muy grande; de manera que aquí se conocen bien los verdaderos discípulos y apóstoles del Señor, según su sentencia: In hoc cognoscent (omnes) quia discipuli mei estis, si dilectionem habueritis ad invicem[34]. De esta caridad mostrada no menos con Dios y con todos nuestros prójimos procede el fruto tan [55] grande de la conversión de infinitos gentiles cada año, como ellos recogerán, según la promesa del mismo Salvador: ut et ipsi in nobis unum sint: ut credat mundus, quia tu me misisti.[35] No digo nada de la perfecta obediencia, por la cual, a la sola inclinación de cabeza de los superiores, los súbditos vuelan como veloces ángeles, sin temor alguno a los peligros de muerte entre estas bárbaras naciones, viviendo entre tales príncipes, y estando continuamente en el más evidente peligro de la vida con los mayores sufrimientos e incomodidades de vivir, vistiéndose, durmiendo, comiendo no más que [56] de algunas raíces y frutos de la propia tierra, y de sólo saltamontes, aun sin la miel selvática, algunas veces han subsistido algún tiempo, vistiéndose mal y durmiendo peor, por respeto a tantas almas, por cuya conversión no pueden descansar ni de día. Pero todos abrazamos estos sufrimientos y penalidades de tan buena gana, que los viejos y los jóvenes compiten entre sí, así como los que apenas pueden mantenerse erguidos hasta la muerte, a causa de puros trabajos, sufrimientos y fatigas de que cada uno se muestra tan [57] amante, que parece poner en ellos su felicidad, y sin duda consiste en ellos la verdadera santidad, esto es, en no querer buscar otra cosa, ni conocer otra cosa en esta vida sino Christum et hunc Crucifixum[36], cuya verdad quisiera el Señor darme la gracia de conocerla muy bien y practicarla no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las pequeñas que ocurren durante el día, al menos tengo el deseo de hacerlo, por lo cual ruego al Señor todos los días, que me dé la gracia de morir por Él en una cruz de llagas, trabajos y sufrimientos y darles la vida [58] y derramar su Sangre, cuando no se me concede de otra manera más excelente, estando indignadísimo de ella por mis pecados, e infinita ingratitud para con su Divina Majestad, aunque ni aun de esto estoy enteramente seguro de efectuar de ella muchas ocasiones por respeto a los ministros del diablo, que viven entre estos gentiles, que con sus hechicerías y brujerías engañan a los demás y los atemorizan con amenazas de traer tigres, leones y cabras del Cielo, y con malas palabras les hacen despertar sus sucios apetitos, y desenfrenadas deseos, [59] de los cuales no faltan los ministros en casi todas las reducciones, los cuales, porque somos contrarios a su inmunda vida y costumbres, y para quitarles de las manos las muchas mujeres y concubinas que tienen, traman continuamente la muerte de nuestros Padres, y además les tienen gran temor, y mantienen continuos espías, que los descubren, como lo verán en las Anuas. Y en este peligro se halló una vez el Padre Broglia, aunque fue milagrosamente librado por el Señor para cosas mayores y preservado de las manos de un ministro diabólico, que ya había entrado en su casa [60] para matarlo, por haber descubierto su inmundicia y maldad, lo que hizo en un monte donde construyó una gran casa. El diablo le habló, y por medio de él engañó y extravió a mucha gente con sus diabólicas supersticiones, como veremos en la Annua. Pero volviendo al tema del que me he distanciado, no queriendo hacerlo, de la profesión de esta provincia, digo a Vuestro Reverendo, que en ella me parece ver la perfección y santidad que nuestro Santo Padre busca en nuestro Instituto, para que la observancia de ella sea tanto en [61] Flor, no solamente aquí en el colegio de Córdoba, donde se hace el noviciado y el estudio de filosofía y teología, sino también en los colegios menores y en las reducciones mismas, donde no hay más de dos Padres, en cuya observancia los mayores y más experimentados dan gran ejemplo a los jóvenes, aun en las cosas más pequeñas de toda perfección y caridad. Por esta razón nuestro Padre General, según oímos decir a los nuestros que vinieron de Roma, llama con razón a esta provincia la provincia de la santidad, la única que elegiría si tuviera que venir a las Indias, y que ésta le da menos problemas que todas las demás, [62] como por el contrario mayor contento y consuelo en el Señor. Por mi parte, pues, me acerco al final de mi teología, esperando el momento de ir a servir al Señor en su tan deseada viña, en la conversión de los infieles a nuestras florecientes misiones, después del tercer año de prueba, en el que, según me ha dicho el Padre provincial, esperaré ya el regreso del Padre procurador, momento en el que, por mucho que se quiera, Vuestra Reverencia podrá recoger de los grandísimos frutos de mi partida toda clase de penalidades e inconvenientes por amor del Señor. [63]

Luego en la conversión de los gentiles, que son tantos que cuarenta y siete Padres, que están continuamente en la misión, no pueden resistir, et annunciant Sociis ut adjuven eos[37], ya que los mismos gentiles, informados unos por otros del buen trato de los Padres, de la inocencia de su vida, de la caridad con que sostienen sin interés alguno todas sus necesidades temporales y espirituales, van allá desde los bosques y montes donde solían vivir como animales, reduciéndose de los mismos, construyendo casas para ellos y para los Padres con las iglesias a su manera, enviando embajadores [64] a los Padres, que van a bautizarlos y convertirlos, y esto se ve principalmente en la tierra que está entre el fin del río Uruguay y el mar, donde hay infinidad de gentes que nunca han sido consumidos por nadie que haya entrado en la tierra; de manera que cada día se descubren más y más gentes dóciles, capaces y amantes del trabajo. Todos ellos son fruto de la sangre derramada por tres de nuestros santos mártires, y del cuarto que murió últimamente por predicar el Santo Evangelio en la misma tierra, por mano de los gentiles, llamado Padre Cristóbal de Mendoza, en el tiempo [65] que estábamos en camino, de lo cual se hablará en las Anuas. Por esta razón el Padre procurador va a Roma a levantar muchos sujetos; desde la misión, de veintidós sujetos con el Padre Ferrufino, aunque todos llegaron sanos, y salvos por la gracia del Señor, y nada comparado con la inmensa y ya madura cosecha; y los que aquí se reciben son muy pocos, y los, que vienen de Europa vienen con grandes intenciones, y deseos de sufrir por amor del Señor, conocen muy grandes éxitos en las misiones, a las que Nuestro Señor contribuye, muchas veces hasta con [66] milagros evidentes, como lo verán en la Anua, como lo hizo muchas veces con un Padre italiano de Nápoles llamado Padre Ignacio Martini[38] mientras estuvo en nuestras misiones; después, por orden del general, pasó al Perú, a petición de aquella provincia, para explorar otras reducciones como la nuestra, con otra en la vasta nación de indios llamados chiriguanos, muy belicosos y enemigos de los españoles, que conspiran con Santa Cruz de la Sierra, donde entró el Padre con gran aplauso y grandes progresos, con quien concurrió Nuestro Señor a hacer varias maravillas muy evidentes [67] hasta el punto de dar agua del Cielo a los gentiles a su requerimiento, y teniéndolo por ocasión de desencantarlos de sus ídolos y dioses, lo cual cosas escribió el mismo Padre con santa sencillez. El Padre Antonio Ruiz, superior de todas las reducciones hechas por el Padre general, fue a España con el Padre procurador; es persona viril y verdadero apóstol e imitador de Cristo, de cuya santidad no diré más, porque nuestras Anuas están llenas de ellas, porque ha sido ejemplo de todos, y va a remediar los inconvenientes que los portugueses de San Pablo del Brasil ocasionan con sus asaltos. [68] Ha habido problemas en nuestras reducciones, de las cuales, la más reciente, a fines de 1936, ocurrieron tres muy grandes en la tierra del Uruguay, una de las cuales contenía más de dos mil familias de indios, de las que se trató más extensamente en el informe anual. Esto es cuanto puedo escribir sobre estas partes, además de lo que escribí en la relación, en la que no pretendo otra cosa que animar a los que tienen verdadero deseo de sufrir algo por amor de Dios, que tanto sufre por nosotros, y no perder la ocasión de adquirir una gran corona en el Cielo de infinitos méritos y de reducir al Santo Evangelio [69] infinidad de almas en esta vasta provincia, que por sí sola tiene más extensión que toda Italia, Francia y España juntas, como puede verse en el mapa que envío. Si la perfección de nuestro Instituto consiste en atender a nuestra propia utilidad y provecho espiritual, y sobre todo al de nuestros prójimos, se ve claramente la oportunidad que existe para ello en esta nuestra provincia, como en cualquier otra de la Compañía, y en todo caso libre del peligro de perder mucho, que muchas veces puede traer consigo la aclamación y el carácter especial de las empresas y ocupaciones. [70]

Concluyo encomendándome vivamente a las oraciones y santos deseos de Vuestra Reverencia, de quien me acuerdo cada día en particular de los Santos Sacrificios de la misa y del pacto entre nosotros. Recomiendo también a Vuestra Reverencia que si desde Cremona, como he escrito, se le envían algunas consitas, que se los entregue al Padre procurador por el amor de Dios, discúlpeme por tantas molestias, que se añadirán a las otras grandes obligaciones que tengo con Vuestra Reverencia

De Vuestra Reverencia

De Córdoba de Tucumán

6 de Agosto de 1637

Afectuosísimo Siervo en Cristo

Antonio Ripari

EL FIN [71]

 

PROTESTA Y ADVERTENCIA AL LECTOR

En la presente narración compendiosa de las virtudes y muerte del Padre Antonio Ripari de la Compañía de Jesús, declaro y protesto que no pretendo darles otro crédito que el de un relator puramente histórico, conforme al [72] decreto de Urbano VIII, de santa memoria, hecho en la Congregación del Santo Oficio el 13 de marzo de 1625 y luego conformado el 15 de junio de 1634.

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Sobre el autor:

Carlos A. Page: es arquitecto y doctor en historia, con estudios posdoctorales en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España) y en el CNR (Consiglio Nazionale delle Ricerche de Italia). Investigador del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina). Profesor de posgrado en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Misiones. Miembro del Comité Científico del SIEJ (Société Internationale d ́Etudes Jésuites, París). Dirige el programa “Antiguos Jesuitas en Iberoamérica” (CIECS/CONICET-UNC). Fundador-Director de la revista científica “IHS. Antiguos jesuitas en Iberoamérica". Publicó alrededor de trescientos artículos en revistas científicas y de divulgación en Iberoamérica, Estados Unidos y Europa. A ellas se suman más de treinta libros. Sitio web: https://www.carlospage.com.ar/

 



[1] Debo agradecer a Laura Bastian de la biblioteca de la Universidad Católica de Córdoba por haber gestionado el envío del libro de Tornetti ante la Biblioteca Estatal de Cremona. Así también a Roberta Aglio y Mónica Feraboli de la Biblioteca del Seminario Vescovile di Cremona que me ofrecieron una amplia información bibliográfica con la que no pudiera haber sido posible este escrito. A Marina Massimi por socorrerme siempre en mis pedidos con Mauro Brunello y Elisa Frei, como también a Martín Barrabino por la lectura de la traducción del texto.

[2] Para este género en uso de los jesuitas ver Page (2011, 2014).

[3] Publicada no hace mucho (Page, 2017a).

[4] La obra se reeditó en 1857, 1862 y 1901. La primera fue reimpresa por un descendiente del mártir, don José Javier de Lizardi en San Sebastián. La tercera edición madrileña estuvo a cargo de Uriarte y Lavajos y consigna que siguieron la primera edición, reafirmando que fue costeada por su familia y que se encontraba en el archivo del Cabildo Eclesiástico de Asteazu. La cuarta edición se incluyó en el libro de Vaughan quien, siguiendo la edición anterior, hizo en 1901 algunas modificaciones, dividiendo los textos en más títulos. Se publicó en Buenos Aires y la primera parte relata las vicisitudes del autor en hallar los restos del Padre Lizardi y llevarlos al País Vasco.

[5] ARSI, Paraq. 11, Historia, Tomo1, 1600-1695, ff. 260-261v. Relación breve de la muerte del P. Gaspar Ossorio y su compañero el P. Antonio Ripario a la entrada de la missión del Chaco como amediado março del año i 1639.

[6] Según el catálogo trienal de la provincia de Milán de 1665, el Padre Quinziano (Quintianus), nació el 26 de noviembre de 1558 en Cremona, ingresando a la Compañía en 1608. Fue superior dos años y rector por diez. Además de profesor de humanidades, retórica, casos de conciencia y sobre todo filosofía por ocho años y teología por cinco. Profesó su cuarto voto en 1623 y falleció en Arona el 4 de febrero de 1667 (ARSI, Med. 54, f. 44 y Hist. Soc. 48, f. 104v).

[7] Según el autor el lienzo se conserva actualmente en la iglesia de Sant'Elisabetta de Caravaggio.

[8] Archivum Historicum Societatis Iesu, Vol. LXIII, 1994, p. 178.

[9] El documento se titula: “Memoria delle cose occorse me vivente nella città di Cremona quivi descritte d´anno in anno” y fue publicado en 2019 con transcripción y notas de Emanuela Zanesi.

[10] Es el periodo del llamado “giuseppinismo” que fue la política eclesiástica de supresiones que adoptó José II de Habsburgo-Lorena, implementada entre 1780 y 1790, que tenía por objetivo reducir la autoridad de la Iglesia Católica. Se llevó a cabo con una confiscación masiva de los bienes de la Iglesia que luego fueron vendidos en subasta.

[11] Erudito y célebre literato, autor de la conocida obra "Il Santuario di Cremona" (1627).

[12] Solo la primera no le señalamos la cantidad de páginas porque no encontramos el libro.

[13] Hay otra edición publicada por el mismo impresor en 1723.

[14] En realidad, es una reimpresión de una obra escrita por Pellegrino Merula.

[15] Aunque tiene un “error de imprenta”, pues imprimen Tornelli.

[16] ARSI, Paraq. 11, Hist. Tomo 1, 1600-1695, ff. 260-261v.

[17] Nos referimos a esta relación de 1639 en 2007 y 2011 donde creíamos que podría ser del Padre Boroa “ya que en el texto se advierte su autoridad como provincial”.

[18] El obispo de Cremona Niccolò Sfondrati , en cumplimiento de los decretos del Concilio de Trento , fundó cerca de la iglesia y el antiguo monasterio de los santos Gabriele e Ippolito el "colegio del clero" o "seminario". En 1589, luego de su nombramiento como Papa (Gregorio XIV ) su sucesor el Padre Cesare Spedano lo trasladó a un edificio contiguo a la iglesia de Santa Margherita y Pelagia.

[19] Los jesuitas llegaron a Milán en 1563 concediéndoseles una vieja iglesia en 1567, cuando la restauraron y ampliaron adjuntándole la Casa Profesa. La iglesia la consagró san Carlos Borromeo en 1579. Igualmente, las ampliaciones continuaron en el siglo siguiente.

[20] Coadjutor superior de los que en la Compañía de Jesús tienen a su cuidado la cocina, despensa y demás oficinas dependientes de ella, el cual está a las inmediatas órdenes del Padre ministro.

[21] Se conservaron tres indipetae de Ripari de los años 1629, 1630 y 1634. En la primera carta, escrita desde Génova el 8 de agosto de 1629, pide ir a cualquier parte de las Indias, expresando que lo hacía por consejo del maestro de novicios de Génova que le dijo que lo solicitara después de profesar sus votos como lo había hecho el día de san Ignacio. Tenía 22 años y ratifica que en Cremona había cumplido el curso de filosofía con el Padre Sívori. La segunda, fechada desde el colegio de Brera el 13 de febrero de 1630, menciona que al llegar a Milán el procurador de Filipinas se entusiasmó por lo que pide ir tanto a Filipinas, pero también a Japón, Etiopía, Paraguay o el Tibet y enfatiza “et mi sento assai forze, et sanità per lavorare gagliardamente nella vigna del Signore”. La tercera y definitiva carta la escribe desde Milán el 7 de mayo de 1634, expresando que su vocación siempre había sido ir a las Indias, pero en especial el Paraguay, y como conoció al Padre Ferrufino, ya no dudó en solicitar este traslado y lo conversó con el rector de Brera y su Padre espiritual Ottavio Bonino, quienes admitieron su buena vocación (ARSI, FG 738, 366, FG 739, 19 y FG 740, 146).

[22] Marcello Mastrilli (1603-1637) fue un famoso misionero jesuita napolitano, muerto víctima de la violencia en Japón (López-Gay, 2001: p. 2.566).

[23] Era el napolitano Padre Nicolás Mastrilli (1568-1653) que fue primero provincial del Paraguay (1623-1629) y luego provincial del Perú por dos veces (1630-1634 y 1639-1644), muriendo en Lima (Storni, 1980: p. 179).

[24] Según el catálogo de Storni, llegaron a Buenos Aires el 20 de diciembre de 1636 los sacerdotes españoles Vicente Alcina, Alonso Arias, Bernabé de Bonilla, Agustín Ferrandiz, Juan Francisco Olóriz, Pedro Cañigral, José de Casanova, Eugenio Sancho, Cosme Sofía, Gabriel Valencia, los italianos Carlos Arconato, Marcelo Salamiti, Beltrán Corregio, Sebastián Discreti y Simón Vandini, los coadjutores italianos fueron los Hermanos Pablo Annesanti, Sebastián Discreti y los españoles Diego Vidal, Pedro Sadorní, Domingo Torres y Francisco de Sepúlveda, además del coadjutor portugués Domingo Soares. En la licencia del 23 de diciembre de 1635 figuran además Sebastián de Contreras, Manuel Yañez, Beltrán Lomberi, Carlos de Guevara, Antonio Pérez, Juan del Valle, Pablo Martínez, Sebastián Rendón, Domingo de Angulo, Andrés de la Mota, Francisco Bernal, Francisco Quevedo, Juan Bautista Moya y Cristóbal de Torres, que no se embarcaron (Pastells, 1912, I: 509-510).

[25] El Padre Carlos Arconato era de Pavía de la misma edad que Ripari y compañero de viaje como mencionamos anteriormente.

[26] Era Francisco Díaz Taño, importante misionero que fue electo procurador en Europa en la congregación provincial de 1637.

[27] En realidad, hasta entonces habían muerto víctimas de la violencia los Padres Martín Alonso Aranda Valdivia, Horacio Vecchi y el Hermano Diego de Montalbán en Arauco, Chile (1612), los Padres Juan del Castillo, Roque González de Santa Cruz y Alonso Rodríguez en el Caaró, Brasil (1628), los Padres Pedro de Espinosa en Corrientes (1634) y Cristóbal de Mendoza en el Tape, Brasil (1635) (Page, 2011: p. 70).

[28] Mendoza nació en Santa Cruz de la Sierra y murió en la región del Tape en Río Grande Do Sul en Brasil el 25 de abril de1635 a los 46 años. Si bien no contamos con la Anua que se referiría a su muerte, la del Padre Boroa, firmada en Córdoba el 26 de julio de ese año se refiere extensamente a la labor del Padre Mendoza de quien aún no le había llegado la noticia de su muerte al remitir su anua (Maeder, 1990: pp. 152-175).

[29] El mapa está perdido, pero como dijimos, lo cita Furlong (1936: p. 25).

[30] Su obituario en la Carta Anua de 1645-1646 del provincial Ferrufino (Maeder (2007: pp. 48-50). Su apellido lo había cambiado por Céspedes, muriendo a los 47 años en el pueblo de Itapúa. La referencia que hace Ripari y menciona la Anua del Padre. Ferrufino es cuando estuvo en el poblado de San Francisco Javier que él fundó y que un hechicero sublevó a la gente con una intensa borrachera para intentar matarlo.

[31] Sangre de los mártires, semilla de (nuevos) cristianos”, afirmaba Tertuliano hace casi dos milenios. Se refería al testimonio de esas víctimas de las violentas persecuciones de los primeros siglos, que daban su vida por sus creencias.

[32] y no hay quien rompa y estire, donde anuncian a los miembros que vienen.

[33] Dios si, porque yo no miento

[34] Si os amáis los unos a los otros, todo el mundo conocerá que sois mis discípulos (Juan, 13-35).

[35] … también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste (Juan, 17-21).

[36] Cristo y este crucificado (1 Corintios 2-2).

[37] Y anunciar a los aliados que deben ayudarnos.

[38] Se refiere a Ignacio di Martino (ver introducción).